“Peor no le puede ir a Tamaulipas”, dicen algunas personas cuando se refieren a la llegada del nuevo Gobernador Francisco Javier Cabeza de Vaca, en quien la sociedad tamaulipeca depositó su confianza y esperanza de un cambio en la administración de los recursos públicos.

Francisco Javier Cabeza de Vaca, pasa de ser un político del Partido Acción Nacional, a un servidor público, obligado a atender los problemas de los colectivos, de la población en condiciones vulnerables, pero también de aquellos sectores que influyen en el desarrollo social y económico de Tamaulipas.

Los funcionarios públicos son administradores, no son jefes, no son patrones, ni tampoco son dueños de un gobierno; el pueblo es el que manda y el gobierno ya tiene nombres y apellidos que están obligados a cumplir.

Nadie cumple, o casi nadie cumple, es una verdad de los servidores públicos de México; la diferencia en este gobierno del cambio, es lo prometido, pero también es una verdad que todos los políticos hacen promesas de campaña que no cumplieron, pero la gran diferencia es que el voto de Tamaulipas se llama Esperanza.

¿Cambio para mejorar o empeorar? es lo que esta mañana se preguntan.

Hoy se va un gobierno que llegó sorpresivamente, ante la muerte de un candidato que también prometía la esperanza; todo cambio siete días antes de elegir el gobierno anterior y con ello también, de forma abrupta el escenario fue otro.

Se va un gobierno del Partido Revolucionario Institucional, que cayó en la modorra y la indiferencia, de un pueblo lastimado, harto de no ser escuchado, de no ser abrazado por un partido al que sostuvo en el poder. Se va y se fue….

Todo cambia de un minuto a otro, la soberbia de un gobierno es su tumba, el pueblo no está dispuesto a más de lo mismo, espera un cambio, no en el discurso, sino en la práctica; si dices una cosa y haces otra, entonces le pondrán nombre.

El que se va y el que llega, estarán en la historia de Tamaulipas.